La humanidad está experimentando algo aterrador, momentos de profunda angustia, fracturas, restricciones, dolor y muerte. Todo indica un cambio de vida y purificación, donde la naturaleza está recobrando su ritmo de renovación, de crecimiento y vida. Una nueva plaga asola la humanidad: el coronavirus.

El término hebreo דבר dabar indica palabra, hablar, discurso, mandamiento; diber: prado, pradera, horizonte de libertad; deber indica peste, purificación.

La significación hebrea de estas tres letras דבר es el abrirse de Dios, del Espíritu hacia la creación, hacia la humanidad. Es un abrirse a nuevas creaciones cuando la palabra fluye de lo alto, del Creador. En cambio, es un fluir de muerte cuando es provocada por el hombre por considerarse un poder sustituto del Creador. Sin embargo, la misma creación opera a través de sus leyes para restituir la armonía original. Algo así de maravilloso estamos constatando en nuestros días.

En el texto bíblico recordamos las plagas de Egipto y la peste en 2Sam 24,15: “Entonces envió Yahveh la peste a Israel desde aquella mañana hasta el tiempo prefijado. Y murieron, desde Dan hasta Berseba, setenta mil hombres del pueblo”.

El rey David quiso demostrar su poder desde el desierto hasta los pies del monte Hermón, quiso demostrar su independencia de Dios en contraste con la creación y, por eso, era necesario reconstituir la soberanía de la Creación. Solamente cuando David volvió a reconocer la supremacía de Yahveh se terminó la peste. Así lo narra la Biblia en 2Sam 24,25; “Erigió allí David un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces atendió Yahveh las súplicas del país y la plaga se apartó de Israel”.

La muerte de siete mil hombres indica la totalidad del ser humano en sus triples dimensiones de vida, vegetal, animal y humana. Todo tiene que renovarse para reiniciar un mundo nuevo a semejanza del primer orden establecido por el Creador

Una vez más los textos bíblicos nos muestran el camino a seguir.

La humanidad está experimentando algo aterrador, momentos de profunda angustia, fracturas, restricciones, dolor y muerte. Todo indica un cambio de vida y purificación, donde la naturaleza está recobrando su ritmo de renovación, de crecimiento y vida. Una nueva plaga asola la humanidad: el coronavirus.

El término hebreo דבר dabar indica palabra, hablar, discurso, mandamiento; diber: prado, pradera, horizonte de libertad; deber indica peste, purificación.

La significación hebrea de estas tres letras דבר es el abrirse de Dios, del Espíritu hacia la creación, hacia la humanidad. Es un abrirse a nuevas creaciones cuando la palabra fluye de lo alto, del Creador. En cambio, es un fluir de muerte cuando es provocada por el hombre por considerarse un poder sustituto del Creador. Sin embargo, la misma creación opera a través de sus leyes para restituir la armonía original. Algo así de maravilloso estamos constatando en nuestros días.

En el texto bíblico recordamos las plagas de Egipto y la peste en 2Sam 24,15: “Entonces envió Yahveh la peste a Israel desde aquella mañana hasta el tiempo prefijado. Y murieron, desde Dan hasta Berseba, setenta mil hombres del pueblo”.

El rey David quiso demostrar su poder desde el desierto hasta los pies del monte Hermón, quiso demostrar su independencia de Dios en contraste con la creación y, por eso, era necesario reconstituir la soberanía de la Creación. Solamente cuando David volvió a reconocer la supremacía de Yahveh se terminó la peste. Así lo narra la Biblia en 2Sam 24,25; “Erigió allí David un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces atendió Yahveh las súplicas del país y la plaga se apartó de Israel”.

La muerte de siete mil hombres indica la totalidad del ser humano en sus triples dimensiones de vida, vegetal, animal y humana. Todo tiene que renovarse para reiniciar un mundo nuevo a semejanza del primer orden establecido por el Creador

Una vez más los textos bíblicos nos muestran el camino a seguir.

Animo a todos los estudiantes de valorar las enseñanzas bíblicas y valerse de estos conocimientos para consolidar toda su vida, su familia y las comunidades en que estamos insertos. El tiempo de coronavirus es un tiempo precioso para reconstituirnos criaturas del Dios de la Vida.

Bernardo Favaretto

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